viernes, 5 de marzo de 2021

Efectos colaterales de la pandemia

 Al final del pasado curso escolar, se dieron unas directrices para que los alumnos repetidores fuesen una excepción: la pandemia, y el consiguiente cierre de las aulas desde marzo, llevó a tomar esta decisión. Claro que, en muchos casos, esas medidas produjeron un efecto "aprobado para todos", fuese justificado o no.

Ahora, cuando se cumple un año del inicio del confinamiento, se vuelve a hablar de lo mismo. La situación ¿es igual que la de hace un año? Claramente, no. Ahora no estamos en confinamiento domiciliario; las escuelas, colegios e institutos vienen funcionando presencialmente desde el inicio de curso, con algunas 'lagunas' debidas a cuarentenas producidas, generalmente, por contagio fuera de los centros; las clases a distancia se han reducido notablemente...

Que ahora se diga que los repetidores sean una excepción (... y el aprobado general, la regla), cuando la situación es muy diferente, no es de recibo. ¿Resultado? Los centros que sigan estas indicaciones -escritas u orales- serán un coladero de alumnos mal preparados: a veces es cómodo no distinguir entre alumnos que no pueden y alumnos que no quieren... Y los centros que opten por un mínimo de exigencia, causarán a sus alumnos un agravio comparativo con los demás. Volvemos de nuevo al manido tema de la igualación por abajo. Eso no es democracia, sino pura demagogia para tener contentos -e ignorantes- a los súbditos. Es un viejo axioma totalitario.


domingo, 28 de febrero de 2021

"La antorcha andaluza de la libertad"

 
Fragmentos del artículo de Beatriz Vidal en  El Diario.es (donde se puede leer entero):

(...) doce bachilleres de Tomares (Sevilla) se han propuesto asegurar la continuidad de la asignatura de Griego en su instituto; que es decir, preservar la rama de Humanidades en la Educación Secundaria tal y como la conocemos. (...)

Como la de un árbol milenario, la voluntad de Las Doce de Griego -así las llama su profesora Encarna- es inquebrantable. “Espero que vuestra antorcha se mantenga encendida y siga iluminando más y más” les deseaba la cineasta Arantxa Aguirre tras mostrar su apoyo a la iniciativa. (...)

Los Estudios de Letras son una manera de estar en el mundo, una forma de vida continua, lámparas incesantes, luz de reserva en épocas oscurantistas. ¿Qué hace un país europeo zarandeando las Humanidades, desmoronándolas hasta el punto de desterrarlas por el sumidero irreversible de la indolencia, a la desaparición? No se puede negar a las personas, en los institutos de los pueblos más alejados de la urbe, el desarrollo interior de un modesto habitáculo en el que ser. «Libertad para decidir un quehacer. Libertad y vocación. ¿No será ese terreno de la vocación el adecuado para entender desde él el sentido de la libertad en el hombre?» escribió María Zambrano reflexionando sobre cómo educar para la libertad, y parece que la filósofa está pensando ahora mismo en voz alta.

(...) Es la Antorcha Andaluza de la Libertad con sus doce faces humanistas un estandarte tras el que marchar. Por ello te encuentras aquí. No te resignas a que el Griego, el Latín o la Filosofía se diluyan en la cada vez más desertificada Escuela Pública. Quieres reivindicar que estas materias, así como el itinerario que conforman, se promuevan con orgullo, que no se estrellen contra el suelo árido de los prejuicios.



sábado, 20 de febrero de 2021

'Perlas' de "El infinito en un junco"

 

“Todavía entre nosotros, en la terminología literaria se continúa empleando esa imagen de la narración como tapiz. Seguimos hablando -con metáforas textiles- de tramas, de urdimbres, de hilar relatos, de tejer historias. ¿Qué es para nosotros un texto, sino un conjunto de hebras verbales anudadas?

Así se describía a sí misma la poeta portuguesa Sophia de Mello Breyner: “pertenezco a la estirpe de aquellos que recorren el laberinto sin perder nunca el hilo de lino de la palabra”.


                                                                        (Irene Vallejo, “El infinito en un junco”, p 174)

 

lunes, 4 de enero de 2021

La discriminación de los mejores

 


A raíz de un artículo de Alberto Royo, titulado “Los ‘otros’ alumnos”, y publicado el pasado día 1 en El Mundo, me animo a hacer algunas consideraciones, muy coincidentes con las del artículo.

Desde la atalaya de la jubilación, pero estando al tanto de lo que se cuece en el mundo educativo, considero que son muchos los aspectos que pueden ser objeto de crítica, de mejora, de discusión, etc.

Pero hay uno que suele ocupar muy poco a los pedagogos, hacedores de planes de estudio, políticos ideólogos y demás encargados de sacar adelante la educación (al menos, eso deberían hacer).

Me estoy refiriendo a la discriminación que sufren los buenos alumnos, y que se viene notando desde hace décadas en la enseñanza secundaria.

Eso sí: se habla mucho de la educación inclusiva (café para todos), de promover la igualdad (igualando por abajo), de la atención a la diversidad (a los diversos por defecto), de la enseñanza lúdica... y se dedican esfuerzos, personal y dinero a esos objetivos. Y alguna de esas ideas no están mal, pero las que son válidas han desenfocado el punto de mira.

Los alumnos no son todos iguales. Y, si se atiende, de forma loable, a la diversidad, hay que incluir aquí a los que sobrepasan la media, a los que tienen ganas de aprender, que ahora se aburren soberanamente porque se les están recortando las alas, no se les abren horizontes ni se les anima a desarrollar sus capacidades.

De este tipo de estudiantes he conocido algunos (casi diría bastantes). Y he hecho lo que he podido para fomentar sus aspiraciones. Pero siempre he sentido la frustración de que al sistema no parece importarle favorecer la excelencia educativa, instruir mejor a quienes desean pensar, indagar, abrir nuevos caminos… Se fomenta poco la creatividad, la búsqueda de objetivos, la inquietud intelectual, constreñidos como están los docentes por los planes de estudio, la burocracia y, por qué no decirlo, las pocas ganas de complicarse la vida.

El futuro de un país está en esos adolescentes que pueblan las aulas de la ESO y del Bachillerato. O sabemos darles las herramientas que puedan hacer de ellos (al menos de algunos) solucionadores de problemas, cabezas pensantes, hombres y mujeres que sepan mejorar la sociedad siendo mejores ellos mismos… o nuestro mundo estará condenado a una crisis difícil de superar en decenios.



viernes, 9 de octubre de 2020

"JERJES Y EL BACHILLERATO"

 --Un oportuno y contundente artículo en defensa de lo clásico--


JERJES Y EL BACHILLERATO

Manuel López-Muñoz, Catedrático de Latín y Presidente de la Federación Andaluza de Estudios Clásicos

Recuerdo cuando estuve con mi mujer en Atenas. Quizá fue hace unos años, quizá en otra vida: los meses del confinamiento me han contraído la percepción del tiempo. Mientras otros turistas se empeñaban en hacer miles de fotos por si alguna vez les llegaba la inspiración de qué era aquello, a mí me dio por retirarme a un lado y sentarme mirando a la mar. Allí, en la Acrópolis, junto al Partenón intenté imaginar qué pensarían aquellos griegos que, amenazados por las tropas del rey Jerjes, no podían saber si al día siguiente estarían vivos, muertos o peleando entre humo, cenizas, sangre, tripas desparramadas, gritos y orines de terror. No podían saber que, gracias a ellos, la democracia iba a seguir viva como un ideal que tanto se invoca y tan poco se lleva a la boca. Su única garantía era que, sin habérselo buscado, les había tocado morir o matar. Como dijo el Eneas de Virgilio: "No tienen los vencidos más salvación que no esperarla". Hablaba un troyano, pero sus palabras son tan universales como su desesperación.

Aquellos atenienses murieron y vivieron y la democracia pervivió; aquel rey persa, Jerjes, fue derrotado, pero su decisión de acabar con los griegos sigue viva aún en nuestros días. Sus tropas ya no acechan a Leónidas y sus trescientos en las Termópilas. ¡Ahú, ahú, ahú! No, las hordas de Jerjes ahora van contra quienes se empeñan en seguir enseñando Latín y Griego y contra quienes, pese a quien le pese, han decidido estudiarlos. Hay Institutos y Centros privados en los que se ha desanimado a la gente para no escoger esas asignaturas, o se les ha cambiado "militari manu" la matrícula o, sencillamente, se ha eliminado una materia o un itinerario.

Hay Centros que han decidido ahorrar a sus estudiantes el contagio con la base de las Humanidades. Se esconden tras el argumento de que no hay tantos alumnos como en otras asignaturas y ahora aprovechan la pandemia para disfrazar de optimización de espacios sus actitudes de agresión y de desprecio. Esos bárbaros le habrían prohibido a Sócrates enseñar a sus escasos pupilos y ahora se empeñan en meterle cicuta en vena a las Humanidades. Deberíamos reunir los nombres de aquellos lupanares de la ignorancia y darles publicidad para que con público escarnio se sepa quiénes consideran decente cercenar el derecho de estudiantes y familias a recibir una educación de calidad. El nombre está claro: la "lista Jerjes". ¡Ahú!