--Un oportuno y contundente artículo en defensa de lo clásico--
JERJES Y EL BACHILLERATO
Manuel López-Muñoz, Catedrático de Latín y Presidente de la Federación Andaluza de Estudios Clásicos
Recuerdo cuando estuve con mi mujer en Atenas. Quizá fue
hace unos años, quizá en otra vida: los meses del confinamiento me han
contraído la percepción del tiempo. Mientras otros turistas se empeñaban en
hacer miles de fotos por si alguna vez les llegaba la inspiración de qué era
aquello, a mí me dio por retirarme a un lado y sentarme mirando a la mar. Allí,
en la Acrópolis, junto al Partenón intenté imaginar qué pensarían aquellos
griegos que, amenazados por las tropas del rey Jerjes, no podían saber si al
día siguiente estarían vivos, muertos o peleando entre humo, cenizas, sangre,
tripas desparramadas, gritos y orines de terror. No podían saber que, gracias a
ellos, la democracia iba a seguir viva como un ideal que tanto se invoca y tan
poco se lleva a la boca. Su única garantía era que, sin habérselo buscado, les
había tocado morir o matar. Como dijo el Eneas de Virgilio: "No tienen los
vencidos más salvación que no esperarla". Hablaba un troyano, pero sus
palabras son tan universales como su desesperación.
Aquellos atenienses murieron y vivieron y la democracia
pervivió; aquel rey persa, Jerjes, fue derrotado, pero su decisión de acabar
con los griegos sigue viva aún en nuestros días. Sus tropas ya no acechan a
Leónidas y sus trescientos en las Termópilas. ¡Ahú, ahú, ahú! No, las hordas de
Jerjes ahora van contra quienes se empeñan en seguir enseñando Latín y Griego y
contra quienes, pese a quien le pese, han decidido estudiarlos. Hay Institutos
y Centros privados en los que se ha desanimado a la gente para no escoger esas
asignaturas, o se les ha cambiado "militari manu" la matrícula o,
sencillamente, se ha eliminado una materia o un itinerario.
Hay Centros que han decidido ahorrar a sus estudiantes el
contagio con la base de las Humanidades. Se esconden tras el argumento de que
no hay tantos alumnos como en otras asignaturas y ahora aprovechan la pandemia
para disfrazar de optimización de espacios sus actitudes de agresión y de
desprecio. Esos bárbaros le habrían prohibido a Sócrates enseñar a sus escasos
pupilos y ahora se empeñan en meterle cicuta en vena a las Humanidades.
Deberíamos reunir los nombres de aquellos lupanares de la ignorancia y darles
publicidad para que con público escarnio se sepa quiénes consideran decente
cercenar el derecho de estudiantes y familias a recibir una educación de
calidad. El nombre está claro: la "lista Jerjes". ¡Ahú!
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