En el pasado mes de noviembre, publiqué aquí una entrada sobre un grupo de amigos que lo han llegado a ser gracias a Internet y a su afición por el latín, y que se aglutinó en torno a Latiniando. El tema viene de hace casi tres años y, en todo ese tiempo, ha habido un deseo escondido dentro de cada uno: conocer a los demás, poder coincidir algún día, aunque fuese por unas pocas horas. Yo llegué a ser de los más afortunados: había conseguido conocer a dos, Ansgarius y Ana, aunque fueron encuentros muy breves.
Hoy he podido conocer a un tercero -¡y qué tercero!-: nada menos que el culpable de todo este asunto, el que consiguió crear un ambiente grato en el grupo... es decir, Salvador.
Aprovechando su viaje de unos pocos días y mi día de fiesta, he compartido con Salvador y su esposa Rosa casi toda la jornada. Hemos dado una vuelta con calma por la Girona medieval y, por la tarde, hemos recorrido las ruinas griegas y romanas de Empúries.
Pero, sobre todo, lo más importante ha sido la gratísima y casi constante conversación, como si quisiéramos recuperar los muchos meses de trato a distancia, de quedarnos con las ganas de ver qué cara ponía el otro...
Ahora ya nos conocemos de visu. Quizá algún otro día volvamos a coincidir. Y, si no, el encuentro de hoy habrá bastado para sellar una amistad que ya lo era en la distancia, pero que ahora parece más real. Tan real como las ruinas de Empúries, con el Mediterráneo de fondo...
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