Es media mañana y un tropel de alumnos sale del aula para su descanso de media hora. No es infrecuente descubrir algunas alumnas con un botellín de agua en una mano y una manzana en la otra. Y rara vez es porque ya han desayunado bien en su casa tres horas antes.
Acaban de aparecer en varios diarios de mi ámbito los resultados de una encuesta hecha a casi un millar de alumnos de la ESO de esta zona. Tan sólo menciono dos datos:
-el 12,5% de las alumnas se provoca el vómito o ingiere laxantes, al menos una vez por semana.
-el 58% de las alumnas tiene seria preocupación por su peso.
Son las adolescentes presas del síndrome Barbie. Se lleva -está de moda- la esclavitud del cuerpo delgado, del vientre plano y de la talla mínima.
Veo a veces alumnas que, de tan escuálidas, dan la impresión del cervantino Licenciado Vidriera, que mejor era no tocarlo porque se podía quebrar.
Es la dictadura de los estereotipos comerciales, de la convención social, de la moda que tiraniza.
Nuestra sociedad se rasga las vestiduras pero no hace casi nada. A lo más, pone algunos parches en vez de atacar la raíz del problema.
Y, mientras tanto, nuestras adolescentes (y también algunos de nuestros adolescentes) seguirán siendo víctimas de la ἀνορεξία y de la βουλίμια, palabras que nunca los antiguos griegos pudieron imaginar con tran triste sentido.
Desde nuestro ámbito de la cultura clásica podríamos hacer un esfuerzo para revalorizar los arquetipos de la belleza clásica. El Discóbolo o una Afrodita son, sin duda, ejemplos bellos y dignos de admiración.
Y, además, mucho más saludables que las esqueléticas modelos de las pasarelas de hoy.
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