De nuevo Empúries. El curso pasado fuimos el 9 de noviembre. Y hoy hemos vuelto.
Los alumnos son distintos cada vez. El jacimiento, el mar, el ambiente, la foto en el atrium de la gran domus, y el profesor son los mismos. Y ya van muchas veces: más de cuarenta... La mayoría, con alumnos. Alguna otra, acompañando a amigos y conocidos. Como la entrañable de finales de junio pasado, con colegas valencianos que participaban en los Itinera de la Asesoría de Clásicas de Sagunt. O como aquella otra, en el lejano 1992, cuando llegó por mar la antorcha que iluminaría los Juegos Olímpicos de Bacelona.
En clase de primero de bachillerato habíamos preparado con calma la visita. Todos habían estado alguna vez, pero cuando hacían primaria. O sea, que de poco se enteraron en su momento.
Ha hecho una mañana espectacular: sol, poco calor, una brisa suave, sucesora de la fuerte tramuntana de ayer, y una visibilidad muy buena (herencia de la misma tramuntana). Un marco estupendo para rememorar lo que griegos y romanos hallaron al llegar a nuestras tierras.
Comenzamos la visita por la Neápolis, y luego pasamos a ver el espléndido audiovisual: una introducción imprescindible para hacerse idea de lo que representa Ἐμπόριον y Emporiae. Ha vuelto a gustar, y mucho, a los alumnos.
Después, el Museo y sus cerámicas, inscripciones, mosaicos, esculturas...
Acabamos con la visita a la extensa ciudad romana. Al paso por la llamada domus 1, nos hicimos la foto de rigor, que viene a ser ya toda una tradición anual.
Las termas públicas acabadas de sacar totalmente a la luz, el foro, la estructura reticular de la ciudad, las murallas, el anfiteatro... Todo envuelto en las preguntas de los alumnos, más numerosas que en otras ocasiones. Ojalá eso quiera decir algo.
Pronto, con motivo del centenario del comienzo (1908) de las excavaciones, volverá a su casa la estatua de Ἀσκληπιός (a quien todos llaman curiosamente por su nombre latino, Esculapio), después de su restauración (ver cómo ha quedado, en el blog de Sebastià).
La gran ventaja de estar a poco más de 20 kilómetros del yacimiento es que, en tan sólo una mañana, se puede hacer una visita completa, aunque sin excesivas pausas.
Como siempre. Empúries no ha defraudado.
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