martes, 20 de agosto de 2019

Unos saberes útiles y desinteresados (y VI)


Por último, desearía subrayar algunas ideas que nos hacen entender mejor la validez, hoy, del estudio de la antigüedad.


El mundo clásico es tal porque trasciende lo pasajero, las modas, lo coyuntural y parcial. Es clásico todo aquello que permanece, que es esencial a la condición humana, que cala en lo más hondo de nuestro ser y que nos ayuda a formarnos una opinión seria y profunda del hombre y del mundo.
Si sabemos transmitir a nuestros alumnos esta realidad, les estaremos preparando para valorar debidamente el mundo que les rodea. Sabrán desenmascarar con más facilidad los engaños sutiles que acechan a su alrededor; conocerán el verdadero valor de las cosas y las subordinarán al interés más alto de las personas; distinguirán un argumento puramente sentimental de lo que es una concepción profunda y seria del hombre. Hay demasiada gente hoy que valora la vida con parámetros meramente sentimentales, y han dejado muy atrás todo lo razonable, cuando no lo han olvidado absolutamente.


Ciertamente, prima lo sentimental (‘me gusta’, ‘ya no me apetece’…) sobre la razón. Así, no se puede calibrar correctamente nuestra actuación ante hechos y personas. Aprender a pensar: he aquí una asignatura pendiente de muchos de los sistemas educativos al uso. Recuerdo que algunos de mis antiguos alumnos valoraban, del estudio de los clásicos, precisamente eso: el hábito adquirido de razonar los argumentos, de pensar con calma las cosas, sin dejarse llevar de las primeras impresiones, que suelen ser casi siempre sentimentales.

Tendrán así nuestros alumnos, pese a su juventud, todo el acervo cultural que otros han construido antes que ellos, y que no se ha marchitado en el transcurso de los siglos sino que, al contrario, se ha demostrado imperecedero. Luchemos contra la etiqueta de «lenguas muertas» que algunos nos han colocado. El latín y el griego no son lenguas muertas. Al contrario, son lenguas que, gracias a su vitalidad, han construido el mayor edificio cultural de la historia. Y cuando, por avatares históricos y políticos, el latín dejó de ser el idioma de un imperio unido, siguió viviendo en las lenguas románicas.

Más que ‘muertas’ son lenguas imperecederas, eternas, donde hallamos, como esculpidas, tantas páginas de auténtica sabiduría, tanta ayuda para nuestro deambular por la vida, mucho más útil que los ‘manuales de autoayuda’ tan en boga hoy, y un acervo cultural impresionante en ciencia, historia, filosofía, arte, política, etc., etc.
¡No empobrezcamos la cultura que se transmite a nuestros alumnos, privándoles de algo tan primordial: lo que la antigüedad elaboró durante siglos, y de lo que aún vivimos!


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