He terminado hace poco la lectura de El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Lectura pausada, tranquila y gozosa. Sus casi 450 páginas pasan en un soplo.
El ensayo es una joya para un filólogo: la historia del libro en la antigüedad. Una narración, me atrevo a decir, en la línea del mejor humanismo. Y, para el público en general, es una oportunidad de leer el acontecer de algo tan cercano a nosotros, y los avatares sufridos a lo largo de sus primeros siglos de vida. Y todo ello, casi en forma de novela, con un lenguaje preciso, rico y muy hermoso.
El infinito en un junco (título con referencia al origen de las obras escritas en papiro) es una rara avis en el panorama editorial: tengo en mis manos la novena edición (ya ha salido la duodécima) tras haber visto la luz hace nueve meses: un claro síntoma de éxito tratándose de una obra de no ficción.
Todo el ensayo rezuma amor por el libro, por las bibliotecas, por la literatura y por los sinuosos caminos que han atravesado a lo largo de siglos. Y todo ello, dejando de lado la redacción académica de unos hechos, y sabiendo transmitirlos de forma amena, incluso con ciertas dosis de trama novelesca. Llama la atención la riqueza de vocabulario que maneja la autora, en la línea de la mejor literatura.
Es una prueba de que la verdadera erudición puede ser también amena. Hay párrafos magistrales hablando, no solo de los libros, sino también de la libertad, del pensamiento, de la valoración del arte… de la vida.
No dejen pasar de largo esta joya: tardaremos en leer algo similar…
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