Siempre se ha mencionado el valor de las
lenguas clásicas por su importancia para formar la mente. Pero también hay
otros aspectos que contribuyen a priorizar la enseñanza de los clásicos.
Toda
la cultura clásica se basa en la unidad. Detrás de cada palabra hay toda una
civilización. El estudio de un texto no sólo nos conduce -insisto- a
conclusiones lingüísticas o literarias más o menos interesantes, sino a una
manera de entender el mundo, a una concepción del hombre.
El
contacto con lo clásico ayuda a pasar por encima de lo meramente contingente,
para llegar a interesarse por lo que tiene un verdadero interés general, es
decir, por un ideal.
¿No
está nuestro mundo ciertamente ayuno de razones profundas, y demasiado sobrado
de contingencia? Realidades ‘líquidas’,
pensamiento endeble, tendencia a lo pasajero, predominio de la inmediatez… Verdaderamente, andamos escasos de humanidad,
de ideales altos y duraderos.
El
rigor que supone el estudio de una lengua flexiva, el esfuerzo que representa
asimilar
las estructuras sintácticas, la precisión léxica en la expresión, son otras
tantas ayudas para fomentar la reflexión, un inquieto espíritu crítico, y una
muy apreciable capacidad para adaptar las ideas generales a cuestiones
concretas. El beneficio que ello comporta ayuda necesariamente a la formación
global de la persona, y a su preparación específica en otras materias.
Esa
precisión en el decir constituye un formidable antídoto contra la verborrea
vacía de contenido. El lenguaje latino es fundamentalmente profundo, exacto y
contundente. ¡Cuántas expresiones «lapidarias» nos han legado los romanos, y
seguimos utilizándolas como la mejor manera de expresar clara, completa y
brevemente una idea! ¡Cuántas veces las hemos empleado sabiendo que, por ser el
latín una lengua definitivamente fijada, el valor de esas expresiones se ha
convertido en algo firme, imperecedero!
Y
todo ello tiene un especial valor hoy en día, porque no solo predomina la “verborrea
vacía de contenido” -muchos pensarán en frecuentes
mensajes políticos…- sino también una verborrea limitadísima en el uso del vocabulario.
Dicen que, con el auge de las redes sociales, la pobreza del lenguaje de ha
acentuado notablemente. Y si en vez de palabras al uso se emplean emoticones o
abreviaturas…
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