jueves, 25 de agosto de 2016

Fin del verano: comienzo de curso

Faltan pocos días para que los medios de comunicación empiecen a hablar del comienzo del curso escolar, y cada año son recurrentes los mismos argumentos:

-referencias a los módulos de aulas prefabricadas, porque aún no se han construido los edificios correspondientes.
-Números y porcentajes de alumnos matriculados, crecimiento o mengua del alumnado en los diversos niveles.
-Las condiciones materiales de los centros, dotación de instrumentos educativos... 
-La carestía de los libros y el negocio que arrastra. Su conveniencia -la de los libros- o su sustitución por tablets u otros elementos similares.
-Plazas de profesores cubiertas y las que aún están vacantes a poco del inicio del curso.
-La cansina -y, a veces, intencionada- confrontación entre lo público y lo privado.
-etc., etc., etc.

Pocas -o casi ninguna- referencias a proyectos en pro de la calidad de la educación; ausencia de comentarios sobre el papel educador de la familia; escasas consideraciones sobre la figura del profesor como elemento imprescindible en la configuración de la personalidad del alumno.

Por eso, cuando se oyen, o se leen, cosas sensatas en su sencillez, uno presiente que aún quedan esperanzas de que la enseñanza tome los derroteros que no debía haber abandonado. Porque hay cosas que bien abandonadas están (todos las tenemos en la mente). Pero hay otras que en mala hora dejamos perderse.

El texto que pongo a continuación, no sé si es reciente o no, pero es igual: sigue siendo válido, y ahora quizá más que hace años.


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