lunes, 18 de enero de 2016

¿Se ha instalado la educación en la mediocridad?

A casi nadie se le escapa que los vaivenes de los planes de estudio, sea cual sea el color del gobierno de turno, solo producen deterioro. Y que los alumnos acaban pagando los desaguisados.
Es cierto que conocimientos, hasta hace poco incuestionables, se ven ahora postergados y condenados al olvido.
Es cierto que, sobre todo en la enseñanza secundaria obligatoria, los profesores parece que tienen suficiente con controlar el orden en clase.

Todo eso es verdad, pero ¿qué acaba produciendo una situación así? A mi modo de ver, una estado de progresiva mediocridad. Mediocridad en la enseñanza, que se manifiesta luego en mediocridad social y en mediocridad política.


Muchas veces, parece que no valoramos la trascendencia que tiene la educación en la sociedad. Y así nos va. Una educación que se olvida de cultivar el pensamiento, la visión crítica, la reflexión... solo puede producir, mayoritariamente, ciudadanos mediocres. Quizá sea eso lo que desean los poderes.

En el fondo, ese era el pensamiento de un sociólogo y pensador argentino de hace un siglo (José Ingenieros). De su libro El hombre mediocre (1913), es esta descripción de tal tipo de personas:


La falta de personalidad hace, a estos, incapaces de iniciativa y de resistencia. Desfilan inadvertidos, sin aprender ni enseñar, diluyendo en tedio su insipidez, vegetando en la sociedad que ignora su existencia: ceros a la izquierda que nada califican y para nada cuentan. Su falta de robustez moral háceles ceder a la más leve presión, sufrir todas las influencias, alta y bajas, grandes y pequeñas, transitoriamente arrastrados a la altura por el más leve céfiro o revolcados por la ola menuda de un arroyuelo. Barcos de amplio velamen, pero sin timón, no saben adivinar su propia ruta: ignoran si irán a varar en una playa arenosa o a quedarse estrellados contra un escollo.   (pág. 32)

 Dura opinión, pero real y lúcida. Como lo que refleja unas páginas más allá:
El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. (pág. 39).
¿Por qué no se ha planteado una verdadera lucha contra la mediocridad? Si no hay mala intención, únicamente veo un motivo, como decía Chesterton:
La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.
Realmente, es una pena...

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