La época convulsa que nos está tocando vivir afecta también de manera importante a la educación.
Los temas económicos no deberían ser un condicionante fundamental, pero lo están siendo, como en otros aspectos de la sociedad. Y no solo por la crisis que vivimos...
A ello hay que sumar las ya antiguas discusiones entre lo público y lo privado en la enseñanza.
He leído con sorpresa hace poco, en la página de "Unión, Progreso y Democracia", unas reflexiones sobre el Cheque escolar. Y digo con sorpresa porque, no estando mayoritariamente de acuerdo con los postulados de ese partido, en este punto sí que me manifiesto en sintonía.
La cuestión es bien simple: la enseñanza cuesta unos dineros, tanto si es pública como concertada o privada. La diferencia consiste en que, en la pública, pagamos todos con nuestros impuestos; en la concertada, hay algo de lo mismo más algunas aportaciones de los padres: y en la privada, los padres cargan con todos los gastos.
La iniciativa del cheque escolar la propuso Milton Fredman en su ensayo de 1955 titulado "El papel del gobierno en la educación". La realidad es que ya se ha llevado a cabo en algunos lugares: en varios estados de USA, en Chile, Dinamarca, Suecia, en algunas regiones de Italia, en Australia y Nueva Zelanda...
¿Cuánto le cuesta al erario público un puesto escolar? Pues lo que vale ese puesto, entregado a los padres en vez de subvencionar a los centros (públicos o concertados), constituiría el Cheque escolar. Consecuencias: mayor libertad para los padres, menos engorro para las administraciones públicas, más competencia entre centros y entre profesores (con el consiguiente aumento de la calidad en la enseñanza) y mayor justicia distributiva.
¿Por qué el Cheque escolar no ha de ser un sistema válido en nuestra enseñanza?
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