Hace unos días, el 19 de mayo, se cumplía el primer centenario de la muerte de Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912).
La utilización política que de él hizo el régimen en las primeras décadas de la postguerra, contribuyó a que su figura fuera luego intencionadamente obviada. Otra vez la ley del péndulo.
No es mi propósito resumir la vida ni la obra ingente de quien fue uno de los intelectuales de más altos vuelos de su época: políglota, catedrático, director de la Biblioteca Nacional, uno de los mayores eruditos de nuestra historia.
Quien desee conocer con detalle su vida y su producción puede ver este enlace.
Tan sólo me fijaré en dos aspectos, pequeños pero significativos:
El bachillerato que cursó Menéndez Pelayo duraba cinco cursos, con un total de tan solo catorce asignaturas (si bien tres de ellas se cursaban en dos años, una de las cuales era el Latín). Claro que leyó entonces -y durante toda su vida- innumerables libros, entre ellos, buena parte de la literatura latina clásica.
Los estudios que realizó de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona (el último año lo hizo en Madrid) constaban de tres cursos y once asignaturas. Milà i Fontanals fue allí uno de sus profesores. Así, antes de cumplir 18 años, Menéndez Pelayo ya había obtenido la licenciatura.
O sea, que en los estudios secundarios y universitarios de entonces, se cursaban pocas materias -todas ellas generalistas-, pero ahondando: muchas horas de clase, posibilidad de profundizar, leer, investigar...
Todo lo contrario de la atomización de los planes de estudio desde hace ya décadas.
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Otro aspecto que me interesa recalcar es cuanto se refiere a los estudios clásicos. Menéndez Pelayo, seguido de cerca por su profesor de Latín en el bachillerato, fue muy pronto un fiel traductor de la lengua del Lacio.
Además de una temprana versión de las tragedias de Séneca, su tesis doctoral versó sobre La novela entre los latinos, publicada en 1875, cuando contaba 19 años de edad...
En 1877 vio la luz Horacio en España, un estudio sobre las traducciones hechas aquí del poeta venusiano.
Traductores españoles de la Eneida aparece en 1879. Y el mismo año, completa esta obra con Traductores de las Églogas y Geórgicas de Virgilio.
Entre 1881 y 1884 publica la traducción de las Obras completas de Marco Tulio Cicerón.
Y, por último, una de sus grandes obras vio la luz en 1902: Bibliografía hispano-latina clásica.
El CSIC publicó, entre 1940 y 1974, sus obras completas, que ocupan 67 volúmenes. En 1999 apareció la edición digital en CD de esos volúmenes, además de su Epistolario y de una extensa Bibliografía.
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