Ya me perdonará el lector, pero vuelvo a tratar de las Humanidades. Porque resulta que, estando en época de notorias vacas flacas para los estudios de Latín y de Griego, sin embargo nunca se ha hablado tanto de los estudios clásicos.
De que las cosas andan mal, ya se vienen haciendo comentarios desde hace algunos decenios.
De 1997 es esta "Defensa de las Humanidades clásicas", que lleva por subtítulo Utinam hic scholam sic habeamus! Y de hace pocos días es el artículo titulado "Los barnices".
Un profesor de clásicas glosaba hace poco en su artículo "Intelectuales en su papel" un documento aparecido en Le Monde, hace poco más de un mes, titulado "En renonçant aux humanités classiques, la France renonce à son influence". El artículo venía firmado por quince escritores y filósofos franceses.
Hoy en día, entre los defensores de las Humanidades, quizá se lleva más comentar las excelencias de la cultura clásica y del papel que puede jugar en nuestra maltrecha sociedad. Por eso, los argumentos quizá han variado algo. Es más frecuente hablar de lo que las humanidades clásicas pueden aportar al hombre actual, o de los nuevos enfoques que deben darse a su estudio y, sobre todo, a su inserción en el mundo laboral, como propone este artículo titulado "Mercado y Humanidades clásicas".
Y nunca como ahora han surgido, y siguen surgiendo, iniciativas pioneras en el mundo de los estudios clásicos. Algunos ejemplos, no exhaustivos, de gran calado: La Saguntina Domus Baebia que, además, acogerá pronto una Academia europea de Cultura Clásica; el portal Chiron; los centenares de blogs clasicistas existentes y de páginas web de gran utilidad; otras iniciativas en Internet como The Digital Classicist o el portal CIRCE; la pervivencia y actualización de muchas sociedades de estudios clásicos (la SEEC, por ejemplo) y hasta el nacimiento de otras (APLEC, en Catalunya).
En tiempos de crisis, se suele agudizar el ingenio para hallar nuevas salidas que permitan una posición más holgada. Nuestras materias no son una excepción en ese panorama. Y, muchas veces, son las propias universidades las que publicitan sus estudios humanísticos. No hace mucho, una universidad privada de Catalunya, la UIC, anunciaba un programa de mecenazgo mediante el cual los alumnos de Humanidades y Estudios Culturales pagarían únicamente el 50% de la matrícula.
En definitiva: que las humanidades no sirven para nada en particular, pero pueden ser útiles para todo, en palabras de Barbara Cassin, filósofa y helenista, publicadas en Le nouvel Economiste.
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