Las consideraciones que, a raíz de ese libro, se hacen en el blog me han parecido especialmente clarividentes. Transcribo algunas:
Expresa esta idea la importancia de lo que se es y de lo que se hace (más allá de lo que se dice) cuando uno pretende ayudar a que un grupo de alumnos y alumnas se interese por el conocimiento, a que lo ame y a que lo utilice de manera honesta. La actitud del profesor, el trato, la preparación, la sensibilidad, la dedicación, la escucha, la observación, la puntualidad, el ejemplo… son formas de enseñanza no menos explícitas que la palabra. Es decir, que no sólo se da clase cuando se explica en voz alta la materia.convierte la enseñanza en un proceso mediante el cual lo que está escrito en los papeles del profesor pasa a los papeles del alumno sin pasar por la cabeza de ninguno de los dos.
Lo dicho ya basta para provocar algunas reflexiones interesantes. Por eso, únicamente añadiré una última consideración que se hacía el autor del blog, criticando ese tipo de educación que
El artículo de 'El Adarve' da para bastante más: prometo volver sobre él en breve.
2 comentarios:
¡Qué razón tienes tú y El Adarve!Si uno lo piensa, nuestros mejores profesores no sólo sabían cosas, sobre todo sabían cómo: cómo estar en el aula, cómo tratar a la gente.
Para la docencia como para todo hace falta un" arte de vivir".
Olga:
Gracias por tu comentario. ¡Cuánta falta hacen profesores así..!
¿Nos veremos en Valencia?
Saludos.
Luis.
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