sábado, 4 de febrero de 2017

Educar

Una afirmación acertada dice que los niños han de ir a la escuela bien educados por sus padres.  No es que la escuela no deba cooperar en la educación, además de promover la enseñanza, que es su principal misión. Pero es solo cooperadora en esa tarea: los padres tienen la indelegable obligación de velar por la educación integral de sus hijos  como personas.

Cuando me encontré por las redes con la tira (pesimista, pero no exenta de realidad) del genial Quino, que ilustra estas líneas, me vinieron a la mente algunas consideraciones sobre la responsabilidad de los padres y la de la escuela.  Pero también pensé inmediatamente en un hecho que vengo presenciando desde hace más de un año. Un hecho positivo, ejemplar y esperanzador

El caso es que descubrí en su momento a una escritora novel -y joven- que justo entonces comenzaba a publicar cuentos para niños, aunque ya tenía en la calle una novela corta (El secreto de los Mc Jeffersson), muy bien recibida, por cierto.  Sin embargo, lo más llamativo era observar que la autora (Dulce Victoria es su nombre) escribía esos cuentos con una finalidad claramente educativa y solidaria. Y ambas cosas me llamaron poderosamente la atención. 

Por un lado, en sus narraciones procura proponer a sus pequeños lectores algún valor que puedan incorporar a sus vidas (generosidad, respeto, comprensión, solidaridad...). Eso supone, sin duda, una valiosa ayuda para los padres y educadores.
Y, por otro, muchos de esos cuentos van dirigidos a aliviar y alegrar a niños enfermos. Así, mantiene una página en Facebook titulada "Cuentos solidarios", donde escribe y publica historias dirigidas a niños enfermos, y colabora activamente con el Hospital Sant Joan de Déu, proporcionándole cuentos dedicados a niños con enfermedades raras.  Por ejemplo:  "El jardín de las maravillas", "Margarita", "Martina no quiere hacer los deberes", "Tomás es un campeón", o "El invento navideño".

Me consta que muchos de esos cuentos, como también los que publica en un diario de su ciudad semanalmente, son objeto de lectura y comentarios en los hogares de los niños, y en varios colegios.

Estoy bien convencido de que, si cundiera el ejemplo de la propuesta que, solidaria y generosamente, ha hecho Dulce Victoria en pro de la educación infantil, los niños sí que irían bien educados a sus clases en la escuela. Pero, como siempre, todo debe empezar en la familia...


2 comentarios:

Unknown dijo...

Es un verdadero honor para mí leer tus palabras. Muchísimas gracias de todo corazón.

Luis Inclán García-Robés dijo...

Es de justicia. Así lo siento.