Es el caso del artículo "El vestido nuevo dels pseudopedagogo moderno" (título y texto en catalán; la traducción al castellano es mía). En él, el profesor de Literatura de la Universitat Autònoma de Barcelona Jaume Aulet, desenmascara todas las trampas que la pseudopedagogía ha ido poniendo en el camino de la educación.
El artículo es largo, y animo a su lectura a quienes entiendan mínimamente el catalán. Para los demás, escojo unos pocos párrafos traducidos:
Una de las cosas que he aprendido con el tiempo es que dar clase de literatura (o de cualquier otra materia) es, en el fondo, algo muy sencillo. Quiero decir que no hacen falta grandes recursos, ni grandes divagaciones de fondo sobre competencias y grados de aprendizaje. Lo que hace falta, por encima de todo, es un buen maestro capaz de hechizar a los alumnos. Todas las teorías pedagógicas, materiales docentes, recursos tecnológicos, aplicaciones informáticas, etc., son útiles precisamente porque pueden complementar el trabajo de este maestro en determinados momentos concretos. Pero no hay nada, nada de nada, que sea tan poderoso como su palabra y la de los escritores que se estudian.
Con el paso de los años he ido observando con asombro creciente como, con la apariencia de la Innovación Docente, se apodera de nuestro trabajo una serie de profesionales de las Ciencias de la Educación (algún día se darán cuenta que la Educación no es una Ciencia, sino que es algo mucho más importante, y todos juntos respiraremos tranquilos) que, después de haber medio desmantelado la enseñanza secundaria, ya hace un tiempo que han accedido -juraría que con propósitos similares- a la enseñanza universitaria. Por eso ahora, en vez de dar clase, se ve que hacemos «actividad docente con apoyo presencial», que el «profesorado» «imparte» al «alumnado». Asimismo, ahora aquellos programas de la asignatura han pasado a ser «guías docentes» rellenas de una enumeración interminable de «competencias» (que pueden ser «básicas», «específicas« o «transversales»), cada una de ellas con un código diferente, el cual debe hacerse casar con los correspondientes códigos de un apartado sobre «resultados del aprendizaje» y con un conjunto de «actividades formativas» («dirigidas», «supervisadas" o "autónomas»), las cuales también están convenientemente codificadas...
Por suerte, como todo es tan complicado, la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) -es de agradecer- nos facilita el trabajo. Para ello ha creado una Oficina de Calidad Docente (OQD) que, a su vez, ha establecido una Unidad de Formación e Innovación Docente (UFIDA). Hace pocos días recibí un correo en el que me hacía saber, literalmente, que "La Unidad de Formación e Innovación Docente de la Oficina de Calidad Docente (OQD), (...) inicia una nueva edición del Plan de Formación Docente: Formación permanente y Formación para noveles (Programa FDES)». De entre los numerosos cursos previstos en la «oferta formativa», ahora no sé si apuntarme al de «Cómo convertir nuestras actividades de enseñanza y evaluación en problemas competenciales, auténticos y profesionalizadores», el de «Dirección TFG / TFM en emprendimiento en TIC », el de «Rúbricas para evaluar competencias», el de «la importancia del feedback y el feedforward en la evaluación de las competencias de los estudiantes», el de «Introducción a la Gamificación para la Educación superior», el de «Identidad docente e Incidentes críticos», el de «la Guía docente como herramienta clave en la planificación docente y el aseguramiento de la calidad»o el de «Emprender y enseñar: Técnicas de emprendimiento a el aula».
Y es que llega un momento en que la paciencia se acaba y hay que empezar a decir las cosas por su nombre. ¡Basta ya de tanta sensatez fingida y de tanta resignación paciente! Si la pseudopedagogía moderna se pasea desnuda, como el emperador del cuento, alguien debería advertirlo. Habría que pararlo, todo ello, antes de que la enseñanza universitaria se vaya al traste. Y luego, habría que volver atrás hacia la secundaria, donde el cáncer -desgraciadamente- está ya mucho más extendido.
Ahora que hablamos tanto de desobediencia, quizás es el momento de ejercerla y de plantarnos para reivindicar un cambio de orientación, para redescubrir los valores más sencillos y nítidos de lo que es la Educación. Aunque alguna facultad universitaria deba plantearse un cambio de nombre o una pila de gestores y de burócratas se queden en la calle (o tengan que volver a las aulas a hacer el esfuerzo de enseñar algo). Estoy convencido de que nuestros alumnos nos lo agradecerían. Y nuestros maestros, aquellos que nos han ayudado a formarnos, también.
Vuelvo a recomendar vivamente la lectura del artículo entero, que se puede hacer aquí.
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