Desde principios de curso no pisaba aquellos lugares tan familiares, y la verdad es que pasé una mañana estupenda.

Resultaron entrañables los constantes saludos, más o menos largos, de esos alumnos que me explicaban su vida académica de este curso, sus aspiraciones, sus temores...
Pude estar unos minutos al final de la clase de Griego de segundo y constatar el buen ambiente reinante. Vino a ser como retroceder unos meses...
Puede dar la impresión de que añoro las aulas, los alumnos... En parte es verdad, porque es imposible olvidar de repente cuarenta años de actividad. De todas formas, siempre hay ocasiones para seguir en contacto. Por ejemplo, con este blog. Y con otras cosas: mañana me reuniré con un grupo de mis antiguos alumnos alrededor de un café. También eso está bien.
2 comentarios:
Entrañable Luis. Recordaré tus palabras cuando me toque vivir lo que estás viviendo...
40 años de actividad.
Uno cree ya que lo sabe todo y apenas recorrimos la mitad de tu camino.
¡Te queda aún mucho por vivir, Álvaro! Hace un rato, cuando me he encontrado con antiguos alumnos, recordábamos con agrado los "Dos mil años...". Te envían un cariñoso saludo.
¿Te apuntas a Mérida en mayo?
A ver si es que sí...
Un abrazo.
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