En la anterior entrada, hacía referencia a lo que aprendemos los profesores de los alumnos. Por mucho que no sea un tema recurrente, y bastantes colegas quizá no se lo han planteado nunca, pienso que se trata de algo real, enriquecedor y estimulante. Siempre, claro está, que el ego del profesor no instale un muro ante la realidad.
En primer lugar, la figura del profesor viene a ser como un contrapeso del alumno, inmerso de lleno en esa etapa tan ilusionante, incomprendida e hiperbólica que es la adolescencia. Del adolescente aprendemos a actuar con el equilibrio necesario para no parecerles irrelevantes, anacrónicos o simples colegas, que de todo hay. No es fácil hallar el punto justo. Pero, si se busca, se encuentra. Y ellos se dan cuenta. Y, dentro de su exagerado deseo de independencia, agradecen tener la referencia del profesor, no del compadre ni del abuelo-que-explica-batallitas.
El día a día en la clase es muy enriquecedor: tanto en los momentos buenos como en los malos. Todos nos sentimos felices cuando las cosas funcionan y los alumnos responden. Pero quizá hay más cosas que aprender en las situaciones menos gratas.
Hace años, una alumna (hoy, maestra ilusionada) se me enfadó en clase. Al acabar, le pregunté la razón de su muda rabieta (se le notaba en la cara sobradamente): ¡es que, con lo que me había preparado los ejercicios, no me los has preguntado! Evidentemente, no podía ella esperar que yo supiera eso, pero sí sabía de mi costumbre de solicitar voluntarios. Y eso día, no los había pedido... Aún hoy recuerdo con frecuencia aquel momento, del que aprendí a ponerme en la piel del alumno.
Cuando tienes ante ti estudiantes que ponen verdadero empeño en cumplir con sus obligaciones, no puedes dejar de esmerarte en las tuyas: en caso contrario sería algo parecido a un fraude.
Cuando observas su cara de atención en clase, te vienen ganas de que tus palabras sean las adecuadas, las necesarias.
Cuando a alguien, después de mostrar cara de no entender nada durante un rato, se le ilumina de repente el rostro, te das por bien pagado.
Cuando notas que hay alumnos desconectados, piensas enseguida: ¿en qué habré fallado?
Y, cuando te regalan cada día un semblante alegre, puede que no necesites más motivaciones para dar lo mejor que tienes.
¿Es o no es un aprendizaje la tarea de enseñar?
7 comentarios:
Ponerse en la piel del alumno. ¡Cuanta razón tienes!
Y no olvidar que en la cabeza de un adolescente puede haber miles de cosas más importantes que el latín o el griego... o que el latín o el griego pueden llegar a ser mil veces más importantes para ellos de lo que nunca nos pudiéramos imaginar!
Yo soy un privilegiado, porque he podido cogerme una excedencia y dedicarme todo un año a volver a ser alumno, y no sabes cuántas cosas he aprendido, no ya de francés, sino de cómo se aprende realmente. Creo que debería ser obligatorio -y em àrte remunerado, no a costa de nuestro sacrificio y de perder el destino-, que los profesores tuvieran cada cierto tiempo un año sabático para volver a ser alumnos.
Como puedes suponer, estoy completamente de acuerdo contigo.
Gracias por tu comentario.
Luis.
No sabia si comentar o millor reservar la meva opinior respecte a tot el que has escrit, pero al final me decidit a fer.ho.
M'ha agradat molt veure els petits detells en els que et fixes,en saber que tens un ull a sobre de cada un de nosaltres cada dia i sobre tot, el k mes m'agrada, es l'energia i les ganes que poses a fer coses amb nosaltres...
Espero que l'estiu vagi be.
ENIA
Estoy de acuerdo con lo que cuentas. Creo que todos aprendemos de todos, incluso los profesores de sus alumnos. Estaría muy bien la idea de Carlos de los años sabáticos, además un profesor no debe nunca dejar de aprender :) ¡Saludetes!
Enia,
moltes gràcies pel teu comentari! Ja sé que ets una fidel lectora d'aquest blog i t'ho agraeixo. Si et serveixen les meves opinions... Aprofita l'estiu per descansar bé, que el pròxim curs t'has de superar en Llatí... y en Grec.
Salutacions.
Lluís.
Ana (Annula):
Gracias por tus palabras. Como creo que aún no te dedicas a la enseñanza (no sé si me equivoco), te puedo decir que es verdad: los profesores aprendemos mucho de los alumnos (bueno: quien desea prender, claro). Ellos son como el reflejo de lo que tú haces. Si estás al tanto de eso, mejorarás mucho en tu práctica docente.
Sigo con regularidad tu 'Filohelenismo'. ¡Ánimo!
Un saludo cordial.
Efectivamente, aún no me dedico a ello, pero voy por ese camino :) ¡Muchas gracias! ¡Saludetes!
Publicar un comentario