sábado, 5 de abril de 2008

UNA DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

EL LATÍN Y EL GRIEGO NO SON LENGUAS MUERTAS

Porque una lengua muerta no la habla nadie. Porque una lengua muerta no la lee nadie. Porque una lengua muerta no la entiende nadie.

Y el latín tiene una comunidad numerosa de hablantes por todo el mundo. Porque es lengua oficial de un país. Porque cuando hay un descubrimiento se recurre a él para nombrar lo nuevo. Porque es una lengua cuyos tecnicismos se entienden en todas partes. Porque se puede leer y comprender, no hace falta, en el 90% de las veces, la intervención de otras lenguas para comprenderlo. Porque es vehículo de cultura.

Porque el latín es la lengua madre de más de 100 millones de personas en Europa y otras miles de millones en el mundo. Porque el español no deja de ser latín mal hablado.


Porque son nuestras raíces en todos los sentidos. Porque gracias a sus avances en medicina, técnica, guerra, derecho... hoy somos algo más y estamos algo más adelantados. Porque el lenguaje médico es latín puro. Porque una gran parte del léxico del inglés es latín puro. Porque por su base indoeuropea el aprendizaje y comprensión de la gramática y los fenómenos lingüísticos de otras lenguas es más fácil porque son comunes...

Porque el filólogo/a clásico/a es una persona curiosa interesada por su lengua y su pasado.

Porque el conocimiento del latín y del griego supone un conocimiento más amplio de nuestra lengua... Porque permite conocer la quintaesencia de nuestra lengua y de nuestra cultura.

El latín y el griego no son lenguas muertas.

Porque se hablan, se leen, se escriben.
Porque si lo fueran, ya haría años que no se estudiarían.
Porque si fueran lenguas muertas, nadie conocería su propia lengua.
Porque si fueran lenguas muertas, no se tendrían mecanismos ni raíces para crear nuevas palabras.
Porque si fuera una len
gua muerta, no estaría en evolución constante.
Porque si fuera una lengua muerta no llevaría más de dos milenios hablándose.
Porque si fuera una lengua muerta no habría dado lugar a tanta cultura ni a tantas otras lenguas.
Porque si hubiera muerto, se habría perdido una parte importante de la historia de la humanidad.
Porque si fuera una lengua muerta, Europa no estaría orgullosa de sus raíces, porque no tendría raíces.

Porque si fuera una lengua muerta, los médicos no tendrían vocabulario ni los conocimientos que tienen, los historiadores no conocerían más de mil años de historia, los ingenieros no conocerían los elementos básicos de la técnica, los militares no sabrían desarrollar estrategias, los arquitectos no tendrían modelos que han servido durante siglos, no habría modelos de comportamiento moral, los políticos serían inútiles (aunque esto sea un poco la excepción), los juristas se guiarían por el interés propio, los científicos no tendrían con qué nombrar las cosas y que lo entendieran todo
s, los químicos seguirían jugando a la magia, ni siquiera tendríamos arados para cultivar la tierra, los maestros no sabrían enseñar...

Porque la esencia del latín y el griego la llevamos intrínseca en nuestro ser, nos inspira, nos asombra, nos enseña, nos acoge, nos une... lo admiramos. No hay nadie que quede indiferente ante el Coliseo, el Partenón, una obra de ingeniería romana, la Iliada, las técnicas de guerra, los modos de vida, el respeto por la familia, el amor a la patria, sus organizaciones, sus personajes, sus hazañas, su cultura ...

Porque si fueran lenguas muertas, nuestra sociedad sería primitiva.

Porque nadie puede renegar de su pasado ni de sus padres: siempre estarán ahí.

Por eso un filólogo clásico es una persona necesaria para la sociedad: porque quien desconoce su pasado, está condenado a repetirlo en el futuro.

Porque el placer de poder leer y comprender el latín y el griego en sí mismos es muy intenso, indescriptible, emocionante. Es un placer permitido a unos pocos, cuya curiosidad y amor por la lengua y la cultura les ha llevado por estos caminos. Un filólogo clásico no está interesado en el dinero, sino en poder acercar al mundo pequeños tesoros que a la mayoría de la gente pasan desapercibidos... Porque son garantes de esa memoria.

Por todo esto, y muchas cosas más, el latín y el griego no son lenguas muertas. Son mi pasado, mi presente y mi futuro, mi vocación, a lo que pienso dedicar mi vida.

La puerta está abierta, sólo tienes que cruzar el umbral.

(Artículo del blog ITACA, publicado en Septiembre de 2006.)

4 comentarios:

Charo Marco dijo...

Hermoso artículo, gracias por rescatarlo de la red y compartirlo.

Nos vemos en Sagunt.

besos

Anónimo dijo...

Me ha encantado esta apología a las lenguas clásicas. Estupendo. Me será de utilidad seguro para empezar las clases el curso venidero. Gracias.

Anónimo dijo...

Está claro que soy un raro: a mi me encanta decir que soy profesor de lenguas muertas :D

¡Un abrazo!

Ramon Torné Teixidó dijo...

Un post per a sucar-hi pa. Sí, senyor! Avui l'he tornat a rellegir, calmosament. Matrícula.