He regresado hace pocas horas de Tarragona, con todos mis alumnos de latín: los de 1º y los de 2º de bachillerato. En total, 24.
Sobre el papel, el plan no parecía especialmente apetecible: tres horas de tren de ida, más otras tres de vuelta, y algo más de seis horas en Tarraco. Y, aún así, el viaje no permitía ir más allá de los monumentos que se pueden admirar en la ciudad. Quedaba fuera, por tanto, el acueducto, el arco de Berà, la torre de los 'Escipiones', el mausoleo de Centcelles...
Pero aún teníamos bastante donde sumergirnos durante esas horas en la floreciente Tarraco romana.
Comenzamos con un sugerente audiovisual en el Museo Arqueológico, que nos introduce en la ciudad. Luego, un recorrido pausado por el propio Museo y su impresionante colección de escultura, mosaico, epigrafía, objetos cotidianos, etc., etc.
Una agradable caminata por la ciudad nos lleva hasta el Paseo Arqueológico, donde recorremos los 1300 m. de muralla que se conservan.
A continuación, visita al Circo, con sus túneles abovedados que ahora aguantan edificios en vez de soportar la gradería.
Y, por la tarde, un paseo por el anfiteatro, por el Foro local y por las cercanías del maltrecho teatro, ponía punto final a un día bien aprovechado. El cielo azul, con el sol de invierno suavizando el frío ambiente, y la vista del Mare Nostrum, pusieron su granito de arena para que el viaje fuera un éxito.
¡Ah! Y esta vez, hasta la Renfe se portó razonablemente bien. 'Sólo' un leve retraso de 20 minutos a la ida. Despedirse de Tarraco es siempre un poco triste. Pero allí está, y no hacen falta muchas excusas para volver...
1 comentario:
La envidia me corroe!! Menos mal que desde Pedreguer quizá nos acerquemos a Tarragona en abril.
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