lunes, 27 de junio de 2011

El reencuentro

Tenía que haber sido hace ahora un año. No pudo ser y se trasladó a septiembre, antes de comenzar el curso universitario: tampoco. Ahora, por fin, hemos podido reunirnos. Fue la semana pasada cuando los alumnos de griego de hace un año y yo pudimos vernos durante unas horas.
Compartimos comida y, lo que es más importante, compartimos recuerdos, impresiones, ilusiones, proyectos...

Pudimos alegrarnos  porque todos han superado -bien o muy bien- su primer año universitario y se han reafirmado que su elección de estudios ha sido plenamente acertada.

Pude comprobar -y así se lo dije- que en un año sus planteamientos vitales han cambiado: se les han abierto horizontes nuevos, han adoptado posturas más abiertas y flexibles, ven la vida de una forma más madura.

Y por todo ello me siento satisfecho, como también se sienten ellos. Espero que haya más reencuentros de este tipo.

domingo, 19 de junio de 2011

Un libro inteligente y necesario

Acabo de leer Adéu a la Universitat. L'eclipsi de les humanitats, de Jordi Llovet, catedrático emérito de Literatura comparada de la Universidad de Barcelona. La primera parte del título tiene una doble lectura: el final de su actividad académica como profesor en activo, y la deriva de la universidad hacia categorías muy alejadas del Humanismo.


El libro de Jordi Llovet me parece una muy lúcida y, a la vez,  descarnada visión del lamentable estado en que se halla la educación universitaria (y no universitaria) actual. 
A la vez, es un alegato rotundo y valiente de la imprescindible presencia de las Humanidades en el mundo universitario.


He aquí algunos párrafos que considero interesantes (los he traducido al castellano), como éste sobre determinados convencionalismos en la literatura actual:


Cosa parecida es lo que pasará en la enseñanza de la literatura por culpa de lo que se denomina "políticamente correcto". Proliferarán los cursos sobre negros, indios, mujeres y gays en la literatura; estarán llenos a rebosar los seminarios sobre las masacres protagonizadas por los colonialistas; en los cursos vinculados con el cambio climático no cabrá ni un alfiler. Es enormemente problemático establecer qué lugar ocuparán, en un futuro no muy lejano, los cursos dedicados a la Divina Comedia, a la Crítica de la razón pura de Kant, al Fausto de Goethe o a las guerras de religión en Europa  (p. 88).


Citando a Zygmunt Bauman (Mundo-consumo. Ética del individuo en la aldea global. 2010) añade:


(... ) "de aquí que la "tiranía del momento" propia de la modernidad tardía, con su correspondiente exhortación al carpe diem (uno de los lugares comunes de la sabiduría latina peor entendidos y peor aplicados a nuestros días) esté sustituyendo de forma gradual, pero constante (y, quizá, imparable), a la tiranía premoderna de la eternidad, caaracterizada por el lema del memento mori".


Acerca de los estudios de Humanidades, hay fragmentos muy clarificadores:


...la segregación de las facultades de Letras, que llevó (...) a la desaparición de toda visión de conjunto en el estudio de las Humanidades y, por consiguiente, a la indigencia intelectual de todas y cada una de las facultades y licenciaturas segregadas: unas más que otras (p. 104).


Temo que la situación actual conducirá a un verdadero desbarajuste, un cataclismo, una tierra estéril. Se salvarán unos cuantos estudiantes con una enorme vocación -como los de Filología Clásica, ya lo he dicho, que ni se paran a pensar en cómo se ganarán la vida el día de mañana(...)-; pero la mayor parte saldrá de las aulas con unos conocimientos pequeños: serán hombres y mujeres aptos sólo para ir tirando en el mercado laboral, y poca cosa más (p. 130).


O sobre el mercantilismo y el olvido de la inteligencia, hablando del Plan Bolonia (que el autor critica duramente):


Todo está pensado desde la órbita de la política de inserción y de rentabilidad económica propia de las sociedades neoliberales, en detrimento de lo que más molesta a esas sociedades: el uso indiscriminado y libre de la inteligencia, la crítica y la disensión intelectual (p. 182).


La publicación de su obra ha provocado un alud de comentarios, entrevistas al autor, y opiniones casi siempre muy positivas (supongo que muchos de sus colegas docentes  universitarios no estarán de acuerdo...). Por su originalidad, valentía e independencia de juicio, nada mejor que acometer su lectura (espero que pronto se traduzca al castellano): pocas veces me he atrevido a recomendar tan vivamente un libro como éste.


ADDENDA.  
He recibido un correo de Jordi Llovet, en respuesta a otro mío. Creo que vale la pena reproducir sus últimas palabras: 
...me congratula haber dado satisfacción a muchos enseñantes universitarios y de secundaria (éstos son lo mejor  que hay en el mundo de la enseñanza en Catalunya).

miércoles, 8 de junio de 2011

La vigencia del humanismo clásico

No hace mucho, pude leer un artículo (en realidad es una conferencia) del filósofo español Alejandro Llano, titulado "Actualidad del humanismo clásico". No es nuevo, data del año 2000, pero su lectura atenta ofrece puntos de vista muy atractivos y argumentos convincentes para la defensa (¡siempre andamos en lo mismo!) de nuestras raíces.

Entresaco algunos párrafos, pero recomiendo vivamente su lectura completa, que puede hacerse aquí.

¿Dónde encontrar más luz para orientarnos entre los simulacros de la sociedad como espectáculo? ¿Dónde buscar un aguijón que nos despierte de nuestro conformismo y nuestra anorexia cultural en una época en la que el consumo masivo nos ciega para percibir aquello que constituye el florecimiento del hombre en cuanto tal?  Mi primera respuesta no puede ser otra que la siguiente: en los clásicos.
(...)
No es la nostalgia de un paraíso irremediablemente perdido. No es la actitud neorromántica de retornar a unas raíces que -al desprenderse el árbol de una tierra natal largo tiempo abandonada- se resecan al aire, como dedos retorcidos de una mano que ya no tiene a donde señalar. Es, más bien, el esfuerzo de volver a injertarnos en un flujo de vida que nunca se agotó del todo, y del que han surgido los mejores frutos de una civilización que ha olvidado cuál era la savia que la nutría.
(...)
El humanista clásico contempla los asuntos humanos desde la misma perspectiva que el ciudadano común o que el sabio ilustrado. Y, sin embargo, ve con claridad las cosas que los ciudadanos corrientes, los políticos o los científicos no ven en absoluto o sólo logran ver con dificultad. La razón está en que el pensamiento de inspiración clásica, aunque en la misma dirección que el pensamiento empírico o pragmático, va más lejos, profundiza más. No contempla las cosas desde fuera, en situación de espectador, sino que se inserta en el misterio del ser, que nos envuelve y nos supera.
(...)
El acceso a esta originalidad clásica no es viable si no se conocen -o, al menos, se valoran- las lenguas en las que las grandes obras de la antigüedad griega y latina fueron escritas. Porque sólo así se puede captar ese pensamiento en el estado naciente que le otorga inigualable fuerza y encanto.
(...)
Como ha escrito Carlos García Gual en uno de sus Avisos humanistas, “estudiar griego es mucho más que aprender una hermosa lengua antigua; es acceder a un mundo de un horizonte cultural fascinante e incomparable y avanzar hacia las raíces de la tradición ética, estética e intelectual de Occidente; es internarse en un repertorio de palabras, figuras, instituciones e ideas que han configurado no sólo la filosofía, sino la mitología y la literatura del mundo clásico, no ya sentido como paradigma para la imitación, sino como invitación a la reflexión, la contestación crítica y, en definitiva, al diálogo, en profundidad”.
Por el contrario, la supresión casi total de las Humanidades clásicas que hoy padecemos en la enseñanza media y universitaria, conduce a considerar como obvia nuestra manera de habitar este mundo; con lo cual se pierde toda perspectiva histórica, toda visión de la hondura de lo real, para resignarnos a un continuo deslizamiento por la brillantez de superficies niqueladas que esconden lo que son y deforman lo que reflejan.

Es reconfortante leer cosas así que, además, no pueden sonar a corporativismo superficial...


miércoles, 1 de junio de 2011

Despedidas...

Toda la promoción, con algunos profesores, ante el Museo Dalí
Ayer martes, los alumnos de segundo de bachillerato de mi (ex) instituto me invitaron a su cena de despedida. Un detalle que les agradecí como se merecen. Estas celebraciones siempre encierran la sorpresa de ver qué pasará: sobre todo teniendo en cuenta que andaban llenos de exámenes hasta esa misma mañana.

La verdad es que sacaron tiempo, no sé bien de donde, para montar un breve pero emotivo acto de despedida, en el que mencionaron a sus profesores actuales... y a mí (todo un detalle). Luego, nos hicieron entrega de una flor artísticamente presentada, junto con el texto que acababan de leer.


No podía faltar un recuerdo para Nil, un compañero suyo que falleció súbitamente cuando comenzaba el segundo trimestre del primer curso de bachillerato. De él ya hablé aquí en su momento. Pero era obligado recordar a este alumno alegre y deportista. Ellos lo hicieron, y yo también deseo hacerlo aquí. Decía Plauto en Bacchides, copiando a Menandro: Aquel a quien aman los dioses muere joven   (Quem di diligunt adulescens moritur).  Deseo pensar que Plauto tenía razón, al menos en el caso de Nil: Dios se lo llevó pronto porque lo quería. Aunque a nosotros nos cueste entenderlo.  Muchas gracias a tod@s por ese rato tan agradable y por saber estar a la altura del momento.