Ahora que una nueva promoción acaba de realizar sus Pruebas de Acceso a la Universidad, creo que es oportuno hacer una serie de reflexiones que, de seguro, están también en la mente de casi todos.
Recuerdo pruebas de acceso desde que me tocó hacerlas antes de entrar en la universidad, ya hace casi 50 años (si no recuerdo mal, entonces se llamaban Pruebas de Madurez del curso Preuniversitario). Y siempre he tenido la impresión de que eran, en mayor o menor grado, un instrumento poco eficaz. Como también lo es ahora: en Catalunya, este año el nivel de aprobados ha superado el 95%.
De hecho, desde la entrada masiva de alumnos en la universidad hace ya algunas décadas, esas pruebas no han supuesto un filtro fiable. En todo caso, y especialmente desde la reciente implantación de la fase específica, pueden serlo para determinados estudios con mucha demanda.
Por otro lado, está el poder de sugestión que ejercen las PAU sobre el normal desarrollo del bachillerato, hasta convertir a éste (sobre todo en el segundo curso) en una mera preparación para la selectividad. Y eso es un claro perjuicio para la formación de los alumnos. Conozco a bastantes profesores que respiran aliviados cuando saben que ninguno de sus alumnos de segundo se examinará de su materia en las PAU. Y no por eludir su responsabilidad (cada profesor se siente examinado cuando lo hacen sus alumnos), sino porque pueden desarrollar un programa sin el encorsetamiento que supone preparar la selectividad.
El bachillerato debería tener una doble finalidad: proporcionar a los alumnos una madurez intelectual y humana, imprescindible para su desarrollo personal; y capacitarlos para acceder a estudios superiores.
Pues bien: lo segundo queda un tanto en entredicho cuando se prepara al alumno para superar unas pruebas, en vez de darle herramientas útiles que le faciliten su vida universitaria. Y, respecto a lo primero, tenemos un bachillerato cortísimo y, quizá por ello, sobrecargado de materias -algunas más bien prescindibles-, donde no se profundiza en casi nada, y obligamos al alumno a un verdadero maratón de exámenes.
O sea, que la inercia de años -y la nefasta influencia de muchos pseudo-pedagogos- nos ha llevado hasta donde estamos. ¿Algún día alguien llevará a cabo un sensato replanteamiento del bachillerato?
2 comentarios:
Te das cuenta de lo que acabas de hacer? Este post, cargado de tan sabia reflexión, te va a acarrear ser tildado de facha y seguidor de Wert. Porque coincides con una medida del PP, y eso te convierte automáticamente en un fachilla asqueroso merecedor de que tu opinión en cualquier aspecto ya valga igual a cero.
Por qué este comentario? Porque estoy harto del sectarismo de este país y más del sectarismo en el sector educativo. No soy del PP, no les he votado nunca, no comulgo con sus medidas habitualmente, ni con sus ideales, y soy de los primeros que hablaba del PPSOE como un partido único que se ha repartido este país.
Dicho esto, no entiendo que como profesores no seamos lo suficientemente maduros, serios y profesionales para aceptar, alabar y defender, venga de quien venga, una serie de medidas largo tiempo esperadas por muchos.
Soy profesor y hace años que en conversaciones con compañeros estamos todos de acuerdo: la Selectividad no sirve para nada; la comprensividad no sirve para nada; el sistema educativo lo han destrozado los pedagogos; los chicos y chicas, lo que de verdad necesitan es más y más horas de asignaturas básicas y eliminar todas las optativas no básicas; más latín (XD) obligatorio; y una medida altamente impopular pero totalmente necesaria: un sistema absolutamente flexible que permita que un alumno con 14 años se dirija hacia un itinerario en el que haga algo que de verdad le interese y, si luego quiere continuar estudiando, pueda hacerlo, pero si quiere acabar en dos añitos preparándose para una vía profesional, que lo haga, pero que deje que el resto, los que de verdad quieren estudiar, puedan hacerlo (que son la mayoría) sin frenarles.
Pues esto, por lo visto, es ser un facha, y de los peores.
Apreciado Fer:
Coincido plenamente con cuanto dices. Las cosas son como son, las diga quien las diga, tanto si son políticamente correctas como si no.
Gracias por tu aportación y recibe un cordial saludo.
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