Lunes (o miércoles) a las 8:15h. Con las mentes un tanto adormecidas aún, en un aula pequeña estamos a punto de comenzar la clase de Griego de primero de bachillerato. Son doce alumnas de lo más diverso: por procedencia (además de autóctonas, hay del Magreb, Sudamérica y Rumanía), intereses, capacidades, motivación...
En general, la predisposición hacia el mundo helénico y su lengua es positiva, quizá porque ya van captando la originalidad de una cultura que es la nuestra.
Casi hemos superado la etapa de la lectura (aún hay vacilaciones en los espíritus, diptongos...) y nos adentramos en la morfología nominal y verbal y en los aspectos más básicos de la sintaxis. Los ejercicios de traducción no son mal recibidos, probablemente por lo que tienen de reto intelectual.
Sin embargo, hay dos bloques de contenidos que se llevan toda la popularidad: la etimología y la mitología. La primera les da la oportunidad de ampliar (y hay mucho camino para recorrer) su vocabulario y de descubrir parentescos, préstamos, composición, derivación... y de reflexionar sobre los significados y su evolución. Es muy grato observar las caras de curiosidad al descubrir que 'economía' procede de οἰκία, o que 'Jorge' es agricultor (γεωργός). Y no digamos nada de 'hipopótamo': siempre piensan que el autor de dar nombre al "caballo de río" debía ser un tanto corto de vista...
La mitología ya no la consideran únicamente una serie de cuentos fabulosos sino una interpretación del mundo y del hombre. Veremos si mañana aparece alguien con la versión literaria castellana de Apolo y Dafne... Porque ya no hace falta insistir demasiado en nuestra tradición clásica: a diario descubren aspectos que nos emparentan con los griegos antiguos. Y no deja de ser significativo que valoren mucho más el empuje cultural heleno que la poderosa maquinaria romana.
Cada curso es igual y es distinto: no hay motivos de aburrimiento, porque las personas son irrepetibles y dan un aire nuevo a la clase cada vez.
Seguro que las pinceladas que he dado en estas líneas las podrá corroborar más de un colega.
2 comentarios:
Luis, mira lo que decía Borges en un verso de uno de sus poemas:
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
EL QUE DESCUBRE CON PLACER UNA ETIMOLOGÍA.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Un abrazo y hasta el sábado.
¡Muchas gracias por la cita, Ricardo! Hasta mañana.
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