viernes, 2 de febrero de 2007

CABEZA Y CORAZÓN

Ya desde hace años, vengo observando la tendencia, muy acusada entre gente joven, hacia un sentimentalismo bastante desbocado.

Tener sentimientos es algo positivo, sin duda: son los impulsos que provocan en nuestro ánimo determinadas situaciones. O sea, que son síntoma de lo que popularmente se llama ‘tener corazón’.

También las emociones, como agitaciones de nuestro ánimo ante ideas, recuerdos.., constituyen estados afectivos que nos pueden ayudar en nuestra vida. ¡Qué duro debe ser no emocionarse ante algo bonito, o triste, o agradable..!

Pero el sentimentalismo es diferente: consiste en una exageración del sentimiento, en una sensiblería fuera de lugar. El sentimentalista no logra dominar su vida emocional: se ve desbordado por una desmesurada y exclusiva reacción sensible ante lo que le rodea. Así, las cosas ya no las mide por cómo deben ser, sino por cómo le gustaría que fueran. Y va abandonando poco a poco el esfuerzo requerido para hacer de la vida algo valioso. Porque se ha de reconocer que lo valioso no suele ser lo que produce placer, sino lo que se ajusta a la razón.


A poner freno a este mundo de valores exclusivamente sensitivos no colabora precisamente la realidad que tenemos delante: la publicidad de todo tipo y producto incide especialmente en satisfacer anhelos primarios y en situar la felicidad en la posesión de cosas que no la proporcionan. Los deseos fácilmente logrados. La cultura del no-esfuerzo, etc., etc.

Se trata de descubrir el modo inteligente de armonizar mente y corazón, razón y sentimientos, para dar a nuestra vida la dimensión que realmente tiene: somos cabeza y corazón, que se complementan y necesitan.

Si el sentimentalismo rige la vida de una persona, lo más probable es que desemboque en formas diversas de escapismo, para eludir una realidad que le está exigiendo poner un plus de razón y menos sentimiento. En sus casos extremos, ese escapismo es la causa del recurso al alcohol, a la droga, al juego… Son maneras de ‘fugarse’, adicciones que buscan refugio en lo que resulta placentero.

Según el filósofo José Antonio Marina, hay valores espontáneos (evidentes, imperativos y claros) y valores pensados (producto de la reflexión, de la racionalidad). Lo verdaderamente humano es actuar conforme a valores pensados, aunque en algunos casos esos valores sean opuestos al puro sentimiento.

Los afectos, los sentimientos -otra idea también de Marina- debemos utilizarlos de forma inteligente: como quien utiliza las fuerzas de la naturaleza en su beneficio; como señala un proverbio holandés muy ilustrativo:

No podemos evitar el viento,
pero podemos construir molinos.

No podemos evitar que en nuestra vida haya una cierta tendencia al sentimentalismo; pero, con ayuda de la inteligencia, lo encauzaremos hacia causas nobles en vez de convertirnos en gentes blandas y azucaradas, que se deshacen ante cualquier contratiempo.

4 comentarios:

Ana Ovando dijo...

Si ya lo decían los griegos ... Las máximas délficas tienen exactamente ese sentido: la búsqueda de la moderación y el alejarse de los excesos, pues hay que reconocerse mortales y no dioses.

Anónimo dijo...

No es pot dubtar que Marina és un gran filòsof i psicoanalista, veritat?

Doncs ara et sorprendràs si t'explico una anècdota: degut al tema d' "autocuració emocional" del Treball de Recerca, vaig haver de llegir José Antonio Marina entre d'altres. Per ajudar-me en la conclusió del treball vaig trobar convenient fer una entrevista a una psicòloga sobre el tema de la recerca. El més sorprenet va ser quan li vaig preguntar sobre qué opinava de J.A. Marina, la seva resposta va ser: Marina? qui és? quins llibres ha escrit?
Davant de qui em trobava, una professional en psicologia, em sorprengué la seva indiferència envers a un filòsof que tracta sobre temes psicològics.
Llavors li vaig haver d'explicar qui era, i em vaig quedar sense resposta.

Ester

Luis Inclán García-Robés dijo...

Ana:
Muchs gracias por la referencia délfica. En realidad, toda la antigüedad va llena de sentencias de ese tipo. In medio virtus.

Ester,
m'alegra el teu comentari, però m'entristeix que un professional del tema no conegui Marina. Qui sap si, després de la vostra conversa, ha vist clara la seva mancança, i ara s'ho està llegint! Hauràs contribuit a una bona causa.

Fernando Pérez Fernández dijo...

Con todos mis respetos, Marina no es un filósofo, todo lo más un periodista. Prueba de ello es que haciendo un refrito de Kant ('valores pensados'?) recupera para el mercado new age de nuestros días (que refuerza denostando) un callejón sin salida. Utilizar los sentimientos de forma inteligente es una contradicción (Eros, revisa Fedro y Banquete, es anhelo que embarga, no posesión rentable; es la versión más pura de la enfermedad sagrada, manía divina que convoca a la verdad). Claro q hablar de 'sentimentalismo', y 'sentimentaloide' (sentimentalistas no conocí ninguno, acaso en un universo paralelo en el que no existan lenguajes naturales, sólo formalizados - cuantificados)decide por sí sólo la cuestión. Podemos construír todos los molinos que los habitantes de esa ciénaga de tan buenos pintores sean capaces de urdir con sus eficientes testuces, pero los poulders no retrasan la inundación, sólo la reconcentran y la harán más violenta y salvaje. Lo verdaderamente humano es muchas cosas.