lunes, 18 de septiembre de 2006

LA DURA REALIDAD… NO LO ES TANTO

He empezado las clases con mis nuevos alumnos de primero de bachillerato.

Son catorce –no está mal-. Y a poco de comenzar la primera sesión, se me ocurre lanzar la pregunta que hago cada año: ¿qué os ha movido a hacer latín –y griego-?

La respuesta ya la sé, pero siempre albergo la esperanza de que algún año cambie, o de que haya al menos un alumno que se salga del guión habitual. Pero no.

La respuesta puede resumirse así: huir de la matemáticas.

He de decir que hace tiempo esa reacción me resultaba descorazonadora: que elijan tu materia no porque les guste sino porque hay otra que les resulta más repelente, viene a ser como si un novio le dijera a su novia que sigue con ella, no porque la quiera, sino porque todas las demás le resultan insufribles. Pues eso es lo que suele pasar en el tema de las clásicas, salvo honrosísimas excepciones… Al menos al inicio del bachillerato.

Han pasado los años, y ahora ya tengo asumido ese punto de partida.

Luego, tras hacer la pregunta a los alumnos y escuchar sus respuestas, les comento que tenemos dos años por delante para conseguir transformar su actitud respecto al latín (y al griego) en verdadera atracción o, al menos, en un cierto aprecio. Me miran como si fuera un soñador; bien sé yo que es un objetivo arduo. Pero también sé que cada año se produce el ‘milagro’, y hay uno, dos, tres… que acaban disfrutando cuando se enfrentan al reto que supone una traducción, o se convierten en voraces consumidores de mitos, o se quedan extasiados ante una bella escultura, o se conmueven con el sufrimiento de un héroe o de una heroína de tragedia… En definitiva, cuando algunos (más frecuentemente algunas) –quizá con mayor sensibilidad y mejor predispuestos- descubren un mundo lleno de riqueza humana que desconocían y que les atrae de verdad.

Esas son las satisfacciones auténticas que todo profesor de clásicas firmaría. Creo yo. Y de esas satisfacciones, tuve tres el pasado curso. Tres confesadas. Quién sabe si la chispa también creció en alguien más y yo no me enteré.

Verdaderamente, un final así vale la pena. Y ya no te importa que al principio te consideren un simple refugio para prófugos de la matemática. No me importa en absoluto.

¡AH! FALTAN 9 DÍAS...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que algunos necesitamos una pista sobre estos 9 días, Magister.
Espero que poco a poco lo vayamos descifrando.
Saludos.

Psique

Luis Inclán García-Robés dijo...

Procuraré dar alguna pista, pero serán pocas. !Hay que mantener el enigma!